jueves, 13 de diciembre de 2012

La vida del soldado culto


Nuestro peculiar soldado, de nombre Tiberio Casius Pérez, nació en lo que hoy es Torremolinos en el año IX a. C. De padre romano y madre hispana, se críó en la clandestinidad durante la ocupación romana de la Península, oculto a los ojos tanto del resto de hispanos como de romanos. El amor de sus padres era uno prohibido, una locura, una pasión por las que antaño los hombres morían en el campo de batalla. Sin embargo, la madre acabó hartándose de vivir en la sombra y se enamoró de un tal Traviesus Máximus, conocido compañero de su padre.
     ‒¡Él me da lo que tu no puedes! Decía la madre.
     ‒¡Yo le doy lo que tu no puedes! Decía Traviesus.
De esta manera la madre dejó todo atrás y marchó con su amante al norte. Algunos datos apuntan que fueron vistos por última vez merodeando la costa del Mar Báltico.
El padre, desconsolado, volvió a Roma con su recién nacido, pero al verse superado por las circunstancias lo abandonó en una de las plaza centrales de la ciudad a fin de poder encontrarse de nuevo a sí mismo y dejar atrás todo aquello. El bebé fue encontrado entonces por un profeta nómada ciego que sólo hablaba latín, y ante los llantos del niño decidió acogerlo bajo su manto.
Dada su corta edad el muchacho acabó dominando varios idiomas que lograba aprender en los viajes del viejo nómada, especialmente el latín, que acabó dominando a base de golpes de remo que le propinaba el anciano cuando declinaba mal una palabra o confundía los tiempos verbales. Entre algunas de sus obligaciones para con el viejo, Tiberio debía ser sus ojos para leer y escribir, de manera que todas las noches le leía una tablilla o dos al ciego para que este conciliara el sueño. En otros tiempos el profeta había sido maestro de escuela, pero sus nociones fueron consideradas chaladuras y fue rápidamente encerrado. Al verse en esa situación el viejo decidió seguir los pasos de Sócrates y se bebió un brebaje que había guardado bajo su axila para casos como este. Si no puedo vivir anunciando la verdad prefiero no vivir, pensaba, así que se bebió el brebaje de un trago. Sin embargo, la pócima había caducado, provocándole en vez de la muerte, una ceguera crónica y alucinaciones constantes, siendo entonces liberado al considerarle un loco, un atenuante importante donde los hubiera.
Tiberio leía ávidamente las tablillas que el profeta aún conservaba de su antiguo oficio y acabó decidiendo que él también quería llegar a ser maestro de escuela, quizás él algún día pudiera suicidarse al revelar algo que el resto no sabían ni admitían, pero él lo haría con éxito, no esperaría hasta el final para tomarse nada, se aseguraría que nada estuviera pasado de fecha.
Pasaron los años y la noche que el muchacho cumplió la mayoría de edad el profeta desapareció sin dejar rastro, sólo quedaron atrás su tablillas. El chico, ahora un hombre, pensó que quien había tenido todo este tiempo a su lado había sido una deidad protectora que había bajado de los cielos para iluminar su camino. Sin embargo, lo que no sabía el muchacho era que aquella noche el profeta, al levantarse para hacer aguas menores, había caído rodando por una colina a la corriente de uno de los ríos que suministraba agua a la ciudad y que había acabado en Fuenjirola, arrastrado por la corriente hasta el mar.
Decidido y con vista al frente, el muchacho emprendió su camino para opositar como profesor en una escuela pública. Logró aprobar el examen satisfactoriamente, pero la situación laboral para los maestros no es que fuera la mejor después de algunas de las reformas educativas del César Augusto Mequedaus, de manera que para poder sustentarse entre que lograba un puesto digno como maestro decidió alistarse al ejercito romano. A los poco meses de acabar el entrenamiento fue ascendido a sargento y destinado a Judea, pero fue inmediatamente degradado cuando intentó enseñar a vocalizar a un oficial gangoso de la Guardia Imperial.
Y así continúa ahora, sirviendo a Roma como soldado, pero sin abandonar su vocación para la enseñanza, a espera de que la situación laboral mejore y pueda finalmente oficiar como maestro, al fin y al cabo ésto sería sólo algo temporal.

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